No pedía nada más que un poquito de amor. Uno simple, hecho de días juntos, de sonrisas, de miradas. Pero tú no estabas dispuesto a excusar, a confiar, a esperar, a soportar todo lo que viniese, a compartir. Y yo sin embargo te amaba, tal vez demasiado fuerte… como si todo fuera a ser para siempre, como si no pudiese a vivir el resto de mi vida sin ti… Y así me dejaste. Sin esperanza, sin gloria, sin un estúpido final feliz.Rompiste un corazón. Y durante mucho tiempo he ido a la cama pensando que has estado malgastando el tiempo conmigo. Pero ¿sabes qué?, por fin he comprendido que no ha sido así.
Tú. Un racionalista de emociones, un castigador de locuras, un contable de las casualidades nunca llegarás a entender que la vida no se puede reducir a simples cálculos, que el amor es más que decir “te quiero”; es sufrido, considerado y nunca, nunca celoso. Jamás egoísta y mucho menos jactancioso.
Vuelvo. Llena de nuevas esperanzas, de nuevos deseos, repleta más que nunca de insensatez, de estupideces y de pájaros que revolotean en mi cabeza. Con una mirada menos inocente, más descarada, miro al mundo. Y sonrío a pesar de la adversidad. Tal vez sea gracias a ciertos hilarantes personajillos que hacen que mi vida sea un poquito más valiosa, más agradable, y por qué no, más maravillosa.
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